En Medellín, a pesar de la proliferación de recicladores informales, sólo se recicla uno de cada cinco residuos, y se acaba de declarar el estado de emergencia medioambiental ante la amenaza de colapso de un vertedero.
Apoyado en su carreta lleno de plásticos y cartones, Diego es uno de esos recolectores informales a menudo olvidados. «Lo que más me gusta es esta independencia», dice este reciclador de 31 años. Cada mes, consigue ganar alrededor de un millón de pesos (234 euros), lo que se acerca al ingreso mínimo, yendo de puerta en puerta. Es un trabajo precario, pero vital para la floreciente economía circular de Medellín.
Marcada durante mucho tiempo por la violencia, la segunda ciudad más poblada de Colombia ha experimentado una explosión demográfica y ahora está abierta al turismo. El número de habitantes sigue creciendo, y con ellos la cantidad de residuos. Mientras que casi la mitad del contenido de un cubo de basura son restos de comida y otro tercio residuos reciclables, según el último informe de la ciudad, sólo se recicla el 17% de los residuos de la ciudad. Una cifra estable, pero aún lejos del 30% prometido por las autoridades para 2030, que se basa en el objetivo de desarrollo sostenible de la ONU de consumo y producción responsables.
Sin embargo, se ha desarrollado una industria anárquica de tratamiento de residuos. De ella viven más de 3.000 personas, mientras que una de cada cuatro de la población vive en la pobreza. Diego tiene clientes fijos y ha elegido esta profesión, pero muchos no tienen tanta suerte. Unos van directamente a los cubos de basura en busca de una botella de plástico. Suelen proceder de la población inmigrante venezolana, que se ha disparado en los últimos años como consecuencia de la crítica situación en el país vecino. Alexis, un padre de familia de 50 años que llegó a Colombia en 2020, se dedica al reciclaje por despecho: «No he encontrado otra cosa y necesito alimentar a mi familia». Otros habitantes en condición de calle, como Juan Pablo, recurren al reciclaje para sobrevivir. "Nos pagan 600 pesos (menos de 15 céntimos de euro) por un kilo de plástico. No es mucho, pero ayuda», afirma. La mayoría siguen siendo trabajadores informales sin protección. Un decreto de 2016 pretende formalizar su profesión, pero en la práctica su aplicación sigue siendo lenta y mínima. La treintena de empresas que recogen los productos reciclables de los recolectores los venden luego al doble de precio a los transformadores, que se encargan de recuperarlos para su reutilización.
«Cada día, la prioridad es encontrar la manera de ganar dinero, no de reciclar».
Al mismo tiempo, la gestión pública de los residuos en la región es motivo de preocupación. El 26 de febrero, el municipio declaró el estado de emergencia ambiental ante la amenaza de colapso del principal vertedero. Para Francisco Molina Pérez, profesor de Ingeniería Ambiental de la Universidad de Antioquia, «todo habitante de Medellín debería visitar al menos una vez un vertedero para entender a dónde va a parar la basura». Los residuos siguen enterrados y contaminando el suelo, advierte el investigador. En su opinión, la razón por la que EmVarias, la empresa encargada de la recogida de basuras, no es lo bastante ambiciosa a la hora de introducir la clasificación colectiva es que «se le paga en función de la cantidad de contenedores que acaban en los vertederos».
Internamente, justifican la necesidad de ser rentables para poder desarrollar estrategias de clasificación. Julieth Zuluaga, responsable de la rama de reciclaje de EmVarias, afirma que se han creado seis puntos de recogida y que dos vehículos recogen parte de la clasificación. Para la directora, sería necesario un cambio en las normas, así como inversiones tecnológicas. Sobre todo, insiste en la necesidad de educación, para que la clasificación se convierta en un reflejo: «En mi opinión, cuando se vive en un país en vías de desarrollo como Colombia, la prioridad cada día es encontrar la forma de ganar dinero, no clasificar».
Sin negar la importancia de la economía circular, Manuel Rodríguez Becerra quiere matizar la exageración que rodea a estas nuevas formas de producción. Primer Ministro de Medio Ambiente de la historia de Colombia entre 1994 y 1996, y dos veces responsable del Foro de las Naciones Unidas sobre los Bosques, este destacado ecologista recuerda que no todo se soluciona con la economía circular: «La energía se sigue perdiendo y difundiendo». Sobre todo, considera que el crecimiento económico tiene límites: «Por otra parte, la erradicación de la pobreza parece exigir este crecimiento, aunque sea a costa de los límites planetarios». Es evidente que un país como Colombia se enfrenta a un gran dilema moral.
"La más barata se vende a 400.000 pesos (unos 100 euros). ¡Es el precio de una botella de whisky! "
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