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Gabin Tochon

Autogestión, la respuesta al difícil acceso al agua potable en Colombia

En el país más lluvioso del mundo, un tercio de la población no tiene acceso al agua potable. Cuando los grandes grupos no aportan los recursos necesarios, se crean empresas autogestionadas que permiten a la comunidad beneficiarse del agua. Seguimos al equipo del Acueducto Vereda San Isidro hasta el pueblo de Guarne.




Con sus bastones y su equipo deportivo, Francisco Molina está listo para una buena sesión de senderismo. El objetivo del día para este ingeniero de pelo blanco no es escalar una montaña, sino llegar desde su casa hasta las oficinas de la empresa de gestión del agua en su pueblo de Guarne, al norte de Medellín, para la reunión mensual de personal. No olvida su gorra, porque las temperaturas son anormalmente altas a finales de marzo. Una sequía que está secando los ríos y causando preocupación. «De momento, casi nos hemos quedado sin agua, así que la situación es grave», advierte Francisco. Aunque se le ocurren varias soluciones para seguir garantizando el acceso al agua potable a sus conciudadanos, no podrá elegir solo, porque aquí se trabaja en autogestión y las decisiones se toman colectivamente.

Decisiones colectivas para garantizar agua potable a 400 hogares

Puede que Colombia sea uno de los países más lluviosos del mundo, pero el acceso al agua potable sigue siendo un lujo. Paradójicamente, las regiones más pobres donde es más difícil encontrar agua potable son aquellas donde más llueve, como en el Chocó. La situación en las grandes zonas urbanas tiende a mejorar, con la implicación de grandes grupos de gestión del agua. Pero basta con ir un poco más lejos para descubrir la amplitud de las desigualdades en el acceso a los recursos hídricos. Ante esta situación, cada vez más ciudadanos se organizan y crean empresas autogestionadas de suministro de agua. Es el caso de Guarne, donde cientos de vecinos viven en las colinas, lejos del centro urbano, la mayoría de ellos en situación de pobreza. Los arroyos abastecen la zona, pero el agua tiene que ser tratada y almacenada antes de poder ser consumida. La empresa Acueducto Vereda San IIsidro pertenece a la comunidad desde hace unos treinta años y abastece de agua potable a casi 400 hogares. Como especialista en tratamiento de aguas, Francisco Molina ha contribuido considerablemente a la construcción de instalaciones de calidad, pero nunca ha trabajado solo. Es bueno tener un equipo de gestión de unas diez personas, porque nos permite compartir nuestros conocimientos. Por ejemplo, alguien puede ayudar con las finanzas, en lo que yo no soy experto, y yo tengo experiencia en ingeniería medioambiental, lo cual es útil»


Desde hace décadas, le acompaña el fontanero Jairo. Todos en el pueblo le conocen. Pero no es miembro del consejo local, aunque la gente bromea a menudo con pedirle que se presente. Pero su trabajo es esencial, ya que Jairo se encarga del mantenimiento del acueducto rural de Guarne. Es un trabajo que hace todos los días con orgullo, y que implica caminar decenas de kilómetros por el bosque para quitar ramas de los puntos de agua o reparar tuberías dañadas.

«Lo más importante no es la rentabilidad, sino la sostenibilidad».

Para él, las ventajas de la autogestión son numerosas, empezando por unos costes más bajos. «Pago 15.000 pesos al mes (4 euros), mientras que con una gran empresa serían 40.000 pesos (10 euros). Eso se debe a que son los propios vecinos quienes fijan el precio cada año». El fontanero también hace hincapié en la eficacia: «Todos los usuarios tienen los datos de contacto del personal, y a menudo acuden a mí cuando me ven pasar por su casa. Es más rápido solucionar los problemas y nos ayuda a establecer mejores relaciones». Está claro que, como recuerda Jairo, «lo más importante aquí no es la rentabilidad, sino la sostenibilidad».



Pero la sostenibilidad del servicio se está viendo socavada por la sucesión de sequías. En los últimos meses, las lluvias han sido muy escasas debido al fenómeno de El Niño, unido a las consecuencias del calentamiento global. «Me entristece ver el nivel del río tan bajo», suspira Jairo. La empresa ha tenido que comprar agua a granel a las centrales vecinas y la idea de reducir el límite de agua potable por hogar y mes va ganando terreno. Se debatirá en la próxima asamblea general, que reúne a todos los usuarios una vez al año, sobre todo porque la zona atrae cada vez a más familias adineradas de Medellín por su tranquilidad y su proximidad a la naturaleza.

Gentrificación y resistencia rural

Este aumento demográfico está incrementando aún más la presión sobre los recursos hídricos, además de artificializar el terreno con nuevas construcciones. A esto se añade el viejo reto de convencer a algunos agricultores de que dejen de extraer agua directamente del arroyo para uso personal. En lugar de conectarse al sistema propuesto por la empresa de autogestión, «prefieren seguir quemando ellos mismos el agua para potabilizarla, y así seguir gastando gran parte de ella sin restricciones», según Jairo.


Aunque los problemas se multiplican, el fontanero sigue dedicándose a su tarea principal de mantenimiento, lo que, junto con una buena gestión administrativa, le permite seguir ofreciendo un servicio de calidad. Por supuesto, cobra como los demás empleados de la central. Pero el resto del personal trabaja voluntariamente. «El equipo directivo se elige cada año y trabaja de forma voluntaria», dice Francisco Molina. «Es un trabajo que hacemos por honor, no por dinero. ¿Qué ganamos nosotros? Agua potable en casa.


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